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Al borde del precipicio

El acceso a niveles de información, como tenemos hoy, no había sucedido desde la aparición de la imprenta hace más de 500 años. Algo similar sucede, en este momento, a través de múltiples dispositivos como nuestro teléfono móvil, casi todo el conocimiento se encuentra al tocar un botón y preguntar; nuestra autonomía parece completa, sin darnos cuenta de que más bien somos los presos.


Nuestras consultas, preferencias de compras, vistas en sitios de internet, vistas en Youtube, incluso las películas que vemos en la televisión, en resumen, la totalidad de las interacciones a través de internet, incluidas las redes sociales, nuestras contraseñas y datos de identificación como huellas digitales y datos faciales cuando los usamos para abrir nuestros celulares o usar algunos de nuestros electrodomésticos, como televisores o refrigeradores, van conformando nuestro perfil y es almacenado en algún lugar. Tenemos acceso a casi toda la información, menos a la información personal de nuestro perfil, eso es confidencial y se comparte para usos desconocidos no autorizados.


La inteligencia de mercado ha existido desde hace tiempo, desde entonces se han reunido datos de los consumidores para analizar tendencias y realizar campañas publicitarias, solo que ahora se le ha dado el nombre de inteligencia artificial y se forma a partir de múltiples fuentes de datos integrados de la información de las personas, se integran en paquetes de datos, se validan con otros paquetes para integrar nuevos modelos de usos diversos y definir tendencias. La diferencia entre la inteligencia de mercado y la inteligencia artificial, es que con las computadoras se conservan los datos individuales; deseamos pensar que el uso de la información es ético, por ejemplo, cuando se usa para proponer soluciones sobre problemas médicos o asistentes virtuales.
El problema es que en algún momento, esos paquetes de información podrían tener cierto nivel de autonomía y crear una superinteligencia que sería la suma de todos los conocimientos humanos. Una inteligencia fuera del alcance de los seres humanos en lo individual. O bien, se filtren desarrolladores terroristas o políticos con fines particulares. No olvidemos que las computadoras son máquinas y quienes alimentan los softwares de información en ocasiones orientan sus comportamientos comerciales o de índole diversa, alejado de valores universales.


En estos momentos, debo suponer que mi perfil se forma con parte de la información almacenada en la nube, de las aplicaciones que uso y los softwares que yo pago, es compartida por computadoras remotas para integrarse en lo que llamamos Inteligencia Artificial (IA) y es usada para analizar mis tendencias de compras y orientar las ventas hacia personas con características similares a las mías, ese sería el mejor de los escenarios.


Evito pensar que yo soy parte de quienes sostienen la Inteligencia Artificial y he estado pagando por años su desarrollo a partir de los servicios que uso y alimentando la IA, la cual es vendida a grandes multinacionales u organismos globales interesados por cantidades de dinero millonarias y de donde yo no obtengo utilidades. Me pregunto si puedo hacer algo para controlar el uso de la IA o si puedo estar seguro sobre el uso de mi información personal.