Desconozco lo que hubiera sucedido si no hubiéramos tenido internet en el pasado reciente, entre el año 2020 y 2021. Quizá nos hubiéramos colapsado emocionalmente y muchas empresas se hubieran derrumbado. Habrían fallecido más personas, aunque eso jamás lo sabremos. Pensar así es contrafactual, es decir, contrario a los hechos. A lo que realmente sucedió.

Durante los años de la pandemia del COVID, el mundo se paralizó, un hecho nunca antes visto. Algunas empresas mantuvieron las labores presenciales y quienes no eran indispensable presencialmente, fueron enviados a trabajar a sus casas.

Fueron pocas las empresas y organizaciones que se mantuvieron activas en su totalidad, como los proveedores del sector salud o de sectores prioritarios. Algunos otros, desaparecieron o sufrieron por la falta de clientes, como el sector de alimentos.

Casi la totalidad de las empresas que se mantuvieron en operación desarrollaron esquemas de trabajo híbrido, donde las labores presenciales se mantuvieron al mínimo y se optó por el trabajo a distancia o “home office”. El consumo masivo se detuvo y las calles estuvieron desiertas, en unos países más que en otros.

            Se esperaba el retorno a la normalidad cuando terminara la pandemia y que todo sería como en el año 2019. La realidad ha sido diferente. A partir de principios del año 2022 se ha regresado paulatinamente, pero el mundo, las personas y los sistemas de trabajo han dejado de ser como antes.

            El mundo cambió de muchas maneras y las consecuencias no se han materializado del todo. Dos años de encierro, de temores al sentir la muerte cercana, propia y de nuestros seres queridos, produjo cicatrices que tardarán en sanar. Aún se perciben rastros de ansiedad en las personas y no ha terminado de reacomodarse la fuerza laboral.

            Empleados que se resisten a regresar a esquemas de trabajo presencial, trabajadores presenciales que renuncian, creando escasez de mano de obra para la producción y la logística. Otros sectores saturados de oferta, sobre todo en la modalidad de trabajo a distancia.

            Quienes continuaron laborando a distancia en “home office”, fueron los más afortunados y se refugiaron en sus círculos íntimos, otros en su claustro aprendieron a vivir y a trabajar en aislamiento. Muchos vínculos laborales se rompieron y otros aprendieron a vincularse y ser productivos a distancia gracias a internet.

            Hoy podemos dar gracias a internet porque salvó la vida a las empresas y a nuestra salud física y emocional. Debido a internet nos mantenemos en contacto con los demás y continuamos laborado. Es pronto para valorar las consecuencias de nuestra relación con la red, hasta ahora podemos estar agradecidos de haber sobrevivido al COVID.

Internet, además de cambiar nuestra forma de trabajar, también ha cambiado nuestra forma de aprender.

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