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El líder como emigrante

Nos gusta creer que los demás se congratulan de nuestros éxitos, cuando en realidad poseen sentimientos encontrados respecto a lo que hacemos. Tenemos la fantasía de que nuestros logros serán alabados por nuestros seres queridos o amistades cercanas, cuando en verdad raras veces sucede. Quienes nos pueden admirar son aquellas personas lejanas, que desconocen nuestras íntimas sombras.

Me inclino a pensar que los líderes en general, provienen de haber dejado sus zonas de confort, si es que las tuvieron y se han lanzado hacia adelante, sólo porque no hay más remedio; aunque racionalicen su naturaleza de liderazgo con fantasías de grandiosidad temprana o de talentos especiales.

Sea cual sea su teoría, los líderes tienen similitudes con los migrantes, quienes un día deciden dejar de quejarse para enfrentar su realidad; entonces toman las riendas de su vida, elaboran un sueño personal y van tras él.

Emigran a otras tierras, donde trabajan con ahínco, dispuestos al sacrificio temporal para alcanzar el futuro ansiado. Con el tiempo, casi siempre consiguen sus propósitos y quienes pueden hacerlo, regresan triunfantes a su tierra en ciertas fechas festivas, cargados de regalos y de símbolos de su éxito, esperando recibir las alabanzas de los que se quedaron en sus lugares de origen.

En México existen fechas del retorno ritual del migrante. Es frecuente que familiares y amigos organicen fiestas con la intención oculta de recibir los obsequios que éste aporte, como si fuera un ritual de expiación. Si bien calladamente, algunos de los beneficiarios de tales regalos se sentirán con una mezcla de sentimientos; por un lado esperan con ansia y gratitud los obsequios. Ansían regalos sean grandiosos, y por ello cualquier cosa que reciban les parecerá insignificante. Con el paso del tiempo y la distancia que los separa de sus seres queridos, han provocado que sus expectativas crezcan y se ilusionan con cosas fuera de lo común de quienes emigraron. Reciben el obsequio con una mezcla de expectativa engrandecida y al mismo tiempo, se sienten ofendidos ya que el éxito del paisano ha evidenciado la miseria de quienes no emigraron. Es posible que piensen en su interior: ¿Cómo es posible que alguien que siendo su igual se atreva a descubrir en forma tan cruel y contrastante su propia mediocridad?

Tal situación ambigua confunde al migrante, quien en ocasiones cree que debe esforzarse aún más, sobre todo cuando percibe cierto desencanto en sus familiares. Está muy lejos de comprender la dinámica de las emociones de sus seres queridos. No entiende cómo fue que el amor de sus allegados, ha evolucionado hasta convertirse en envidia asesina. De esta manera, los envidiosos desean acabar con el migrante lo antes posible, a fin de que las cosas recuperen la evolución natural del avance de cada generación. Parecería que los saltos abruptos en lo económico no estuvieran permitidos.

El migrante por lo general regresa a trabajar a su país de residencia con la sensación de pérdida de lugar: ya no pertenece a la tierra que lo vio nacer y al mismo tiempo es un extraño en su tierra prometida. Pocos se dan cuenta de que al decidir emigrar han iniciado un camino solitario sin retorno.

Podemos dudar de que todos los migrantes sean líderes en el concepto tradicional. Cabe preguntarnos: ¿No es el líder una persona que ha dejado atrás a su familia y se ha aventurado a vivir un estilo de vida diferente? A dejar de hacer las cosas según las normas preestablecidas. Parafraseando a Fernando Savater, filósofo español, ¿acaso no somos los seres humanos simios que decidieron emigrar? Entonces todos nosotros debemos agradecer nuestra identidad a algunos de nuestros antepasados que fueron migrantes. Se cual sea el caso, el migrante se convierte en un genearca; es decir, en el jefe de un linaje, de donde sin duda nacerán líderes.

El migrante, al disponer el poder de decidir su propio destino, se convierte en un líder para su grupo de referencia y para su descendencia. Ubicamos entonces al líder más allá del estereotipo de la persona carismática o con cualidades sobresalientes. Es una persona que ha tomado decisiones sobre cómo aliviar las carencias que afectan su vida, desarrolla una visión y lucha por ella.

El ejercicio continuado de su visión se traduce en la fuente su liderazgo. A partir del perfeccionamiento de su liderazgo, enfrenta su propia lucha por el poder. Un verdadero líder, en el fondo siempre será un migrante.


[i] El líder como emigrante – Castillo, Héctor (2002). Liderazgo Gerencial –un modelo para administrar en la nueva era–. Grupo Sode Editores. México. Páginas 316- 318.